sábado, 13 de diciembre de 2014

Los hijos de la mafia se preparan

La patria es del otro / papá cuéntame otra vez / astillas de oro
la sangre azul no será negociada
por Alejandro Bercovich / Darío Gannio /
Los hijos de los más grandes empresarios de la Argentina se reúnen en secreto para pensar qué hacer para que eso que los rodea no se les vuelva en contra. Para ensanchar el horizonte de sus fortunas sin que el 99 por ciento de los nativos advierta la mano invisible de un poder que hace de este país una eterna injusticia, a la que miran con cara de niños ricos con tristeza. ¿De qué hablan los hijos del poder cuando hablan de amor?

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S on los hijos de las familias más ricas del país. De la gran burguesía más que de la nobleza, aunque ninguna de esas dos etiquetas importadas de Europa sea demasiado exacta para describir el rol social de unas élites sin barones ni duques ni grandes revoluciones industriales en su haber. Son jóvenes, en general profesionales alejados del estereotipo rickyfortiano, y no necesitan símbolos de status ni carnets de clubes exclusivos porque sus apellidos bastan como pasaporte a la vida VIP. Lejos de ostentar, como hacen quienes ocupan los percentiles de ingresos inmediatamente debajo del suyo, ellos más bien tratan de disimular su pertenencia al 0,1 por ciento más acaudalado de la población. Los herederos de las fortunas argentinas más fabulosas, amasadas por sus padres, abuelos o tíos y en muy pocos casos por antepasados más lejanos, se reúnen en secreto desde hace más de dos años para debatir sobre política y poder, intercambiar experiencias de negocios y trazar planes para el futuro de la nación. Un futuro que sienten como propio. Y que lo es, en varios sentidos.
La logia –jamás mentada en público y mucho menos citada en diarios y revistas–­ se llama “Grupo Argentina Mejor”, o “GAM” a secas. Entre sus habitués hay apellidos como Bulgheroni, Blaquier, Eurnekian, Urquía, Rocca y Elsztain, que cubren casi todos los sectores de la economía y se proyectan hacia lo que resta del siglo XXI con emprendimientos en los rubros más dinámicos del PBI. Sus futuras herencias, sumadas, sobrarían para pagar la deuda externa. Pero quieren algo más que el poder que otorgan esas fortunas colosales. Buscan saberse merecedores de un lugar de privilegio, revalidar el título que sus progenitores conquistaron gracias a una fábrica de acero, una de caramelos, un banco o un ingenio azucarero. Sentir que acrecentaron el botín familiar por mérito propio. Que nadie les regaló nada, que no tiraron manteca al techo como en la Belle Époque. O, por lo menos, que no son la generación holgazana a la que le tocó vivir despreocupadamente de rentas.
“Podés pensar que muchos de ellos viven en un cuadro, pero al fin y al cabo son los tipos que van a manejar la Argentina por los próximos 40 años”. El empresario que habla con crisis bajo condición de anonimato participó de dos encuentros del GAM, pero no se siente parte de ellos. Habla de sus impulsores con algo de condescendencia, aunque profesa por ellos el respeto reverencial de quien conoce el mapa del establishment y escucha sus apellidos. En el fondo, cree que es mejor ver a la próxima camada de patrones del país debatir sobre política que planear la próxima fiesta en Punta del Este o el siguiente shopping tour por Roma, Londres o Miami. ¿Tendrá razón? ¿Mejor para quién?
Las reuniones del GAM nacieron cuando un puñado de sus fundadores asistía a la Universidad Austral, una casa de estudios de alcurnia, orientada por la secta integrista católica Opus Dei y financiada por familias como la de Gregorio “Goyo” Pérez Companc, dueño de Molinos, del zoológico Temaikén (donde los pequeños visitantes son objeto de la más burda propaganda creacionista) y hasta hace poco de los pozos que ahora maneja Petrobras en Argentina, entre otros activos. Después salieron de ese núcleo y hasta admitieron a miembros no católicos, como Alejandro Elsztain, judío, hijo de Eduardo, el mayor terrateniente urbano y rural de la Argentina.
Varios se conocen desde chicos, cuando sus padres se invitaban a cenar mutuamente y ellos correteaban inocentes bajo la mirada del servicio doméstico. Son todos varones. Ahora, ya maduros e incluso algunos a cargo de negocios de siete ceros verdes o más, alternan durante largas horas cada uno o dos meses y debaten sobre sus aspiraciones para el país. Incluso formaron “comisiones de trabajo” sobre distintas áreas. También invitan a quienes consideran modelos a seguir o combinaciones ejemplares de espíritu emprendedor con habilidad política. Están más abiertos que sus padres a escuchar, aun cuando toda su crianza y su educación hayan apuntado a afinarles la voz de mando.
Las citas surgieron inspiradas por el encuentro anual “Padres e Hijos” organizado desde hace una década por el mexicano Carlos Slim, quien de la mano de su emporio telefónico desplazó al estadounidense Bill Gates del primer puesto de la lista de billonarios de la revista Forbes. Ese foro, también presentado como un espacio de reflexión no partidario con la mira en el largo plazo, se realiza cada año en un país latinoamericano distinto. Cuando se hizo en Buenos Aires, en 2012, dijeron presente dos generaciones distintas de las familias Bulgheroni, Roemmers, Eskenazi, Miguens y Román. Después los hijos decidieron hacer la suya, aunque lejos de la luz pública y sin el besamanos de políticos y dirigentes que incluía el autoagasajo de Slim.
El secretismo no es casual. Tampoco está del todo desvinculado del sustrato católico del grupo. Mientras en Estados Unidos los magnates se pelean por figurar en los primeros lugares del ranking de Forbes, la edición argentina de esa publicación -cuya franquicia administra el exbanquero Sergio Szpolski- debe hacer malabares cada año para que los empresarios top entreguen algún dato certero sobre sus patrimonios. No se trata solo de un acto reflejo para eludir a la AFIP, ni de una confirmación de aquello que Max Weber problematizó en La Ética Protestante. En el país del Papa Francisco los ultra-mega-ricos no están bien vistos, porque dios quiso que la salvación sea en el cielo y no en la tierra pero también porque durante décadas sus familias saquearon todo lo que pudieron al Estado, fugaron todo lo que pudieron al exterior y reclamaron, apoyaron y hasta colaboraron activamente con la represión ilegal de la última dictadura.
Al principio las reuniones eran en Palermo. Asistía una docena de invitados. El foro funcionaba en la Fundación Civilidad, donde milita Patricio Bulgheroni, hijo de Alejandro, ingeniero y el más duro de los dos hermanos petroleros que comparten el primer puesto en el ranking Forbes de cabotaje. La fundación, creada en 1984, declara como objetivos “promover un enfoque diferente del gobierno, la administración y el desarrollo desde el orden local”, así como “apoyar la ejecución integral de programas de transformación del gobierno y la administración”. Actualmente, el joven Bulgheroni solo figura como director editorial de la revista de esa Fundación. Su primo hermano, Marcos, hijo de Carlos (el abogado, apodado Lucifer en el mundo de los negocios y temido por sus empleados como si fuera el mismísimo príncipe de las tinieblas), también ha participado esporádicamente de las reuniones.
Ahora el cónclave va cambiando de sede. Además de Patricio, entre los principales promotores de su continuidad figura Carlos Herminio Blaquier, hijo del dueño del grupo Ledesma, Carlos Pedro Blaquier. CEO de compañía azucarera, energética y papelera desde diciembre y el más viejo de los GAM, con 59 pirulos, Carlos Herminio también representa el ala más conservadora y tradicionalista de la nueva generación, si bien los Blaquier ya no son esa familia snob que compraba estatuas de mármol de Carrara para su mansión kitsch La Torcaza sino un grupo diversificado que hace lobby a favor de los biocombustibles mientras batalla en tribunales contra los gremios que pretenden condiciones dignas y trabajo estable para los cañeros tucumanos y jujeños.
Si bien en general prefieren hacerlo por interpósita persona, como sus padres, la intención de los herederos es influir más sobre la política. No descartan ocupar personalmente cargos de peso institucional y hasta algunos empiezan a animarse a disputarlos. Matías Gainza Eurnekian, que le “vendió” a su tío Eduardo la idea de hacer una fábrica de microchips en Argentina (Unitec) y que ahora la dirige con menos de 35 abriles, aspira por ejemplo a convertirse en breve en presidente de Racing. A la sombra de Mauricio Macri, un heredero despreciado por su padre pero electo y reelecto por los porteños, toda la generación GAM observa fascinada esa combinación de dinero y votos.
El octogenario Eduardo Eurnekian, que de productor de espectáculos pasó a administrar más de la mitad de los aeropuertos de la Argentina y varios en el exterior, tiene a varios de sus sobrinos en el GAM. A Matías, que vive entre París y Buenos Aires, se les suman Hugo (33), que maneja las empresas de energía del holding; Martín (35), a cargo de Aeropuertos Argentina 2000 en Ecuador, Brasil y Uruguay; y Jorge, al frente de las bodegas Del Fin del Mundo y de la pata financiera del grupo. Todos asistieron a algún encuentro del GAM. También pasó por allí Ludovico Rocca, hijo del fallecido Agostino y sobrino del actual CEO de Techint, Paolo Rocca. El joven Vico es otro que pilotea una rama clave de su familia-emporio: la constructora y contratista de “la T”, como se refiere el mundo empresario al holding siderometalúrgico que ahora también incluye petróleo, comunicaciones y más, y que en el último lustro se dedicó a potenciar sus negocios fuera de la Argentina. Para los empresarios criollos orgullosos de su condición de self made men, la continuidad es una obsesión vinculada al único enemigo que sienten que les queda por vencer: la muerte. A diferencia del Estados Unidos protestante, donde los magnates se convierten en estrellas y hasta en parte del paisaje urbano (como David Rockefeller con su pista de patinaje en Nueva York, Donald Trump con sus torres o Guggenheim con su museo), en Argentina la trascendencia la dan los hijos. Y para quienes no los tienen, como Eurnekian, la llave son los sobrinos.
Como demostró el celebrado Thomas Piketty que ocurre en todo el planeta al menos desde los años 70, en Argentina los ricos se están haciendo cada vez más ricos. En ese contexto, la inquietud de los herederos adopta también un cariz defensivo. Si van a ser cada vez más distintos de los demás, cada vez más “1%” y menos “99%” en los términos que popularizó Ocuppy Wall Street, necesitan que el resto de la población tolere ese abismo y no se rebele ante él. Y para convencerlo de eso, saben que tienen que ofrecerle algo bueno. Por eso proponen una Argentina mejor. Mejor, así, a secas. ¿Para quién? Eso es lo de menos.


Creado hace unos años años, el GAM reúne a los hijos de poderosos empresarios argentinos, como Elsztain, Blaquier (en foto), Rocca, Bulgheroni y Eurkenian. El recuerdo del Ateneo de la Juventud Democrática Argentina.
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Por Nicolás Adet Larcher
En Argentina no es común conocer a ciencia cierta la fortuna de las grandes familias que se colocan en la cima del poder económico, menos todavía conocer qué dialogan o planean por debajo de la mesa. Apellidos como Elsztain, Blaquier, Rocca, Bulgheroni y Eurkenian, son algunos ejemplos de familias con poder en nuestro país. Son la elite, la gran burguesía, la descendencia de una sangre que se transmite a sus hijos para continuar con los negocios. Esa transmisión entre familia, llegó hace más de dos años a ubicar a los hijos de estos grandes empresarios en reuniones secretas para debatir el futuro económico y político de la nación.
La logia secreta GAM (Grupo Argentina Mejor), según relata Revista Crisis, se encuentra integrada por hijos de los apellidos empresariales ya mencionados. Alejandro Elsztain, uno de los integrantes, es hijo de Eduardo Elsztain. De perfil mediático nulo, el empresario prefiere acrecentar su poder sin levantar polvareda a nivel local. Es el símbolo de la oligarquía terrateniente, reconocido a nivel internacional, nombrado en 2005 tesorero del consejo judío mundial, dueño de prácticamente todos los shoppings porteños (Grupo IRSA), accionista del Banco Hipotecario y dueño de grandes porciones de tierra dentro del territorio nacional. En 1989, fue Elsztain el encargado de convencer a George Soros de invertir en Argentina y codo a codo forjaron un imperio económico que se sustenta hasta estos días. Los medios nunca mencionan su nombre, simplemente se refieren al Grupo IRSA.
Junto a Elsztain, se encuentra Carlos Herminio Blaquier, hijo y heredero del grupo Ledesma forjado por Carlos Pedro Blaquier, que se encuentra juzgado por delitos de lesa humanidad. Blaquier hijo es CEO de la empresa azucarera desde diciembre, que también se dedica al rubro de la energía y el papel. Además de esto, Carlos Herminio Blaquier, “Charlie”, es también administrador de negocios rurales que incluye semillas, tierras y cabezas de ganado, con un patrimonio que se aproxima a los 280 millones de pesos según un balance público difundido en 2012 (según el libro "Los Garcas", de Vicente y Hugo Muleiro).
En una lista elaborada por el Banco Central, en base a las corridas cambiarias en 2008 y 2009, figuraban entre los mayores compradores de dólares para desestabilizar al gobierno, gran parte de la familia Blaquier, entre los que se encontraban el propio Carlos, Luis María, Santiago, Ignacio y María Elena. Así lo consignó el periodista Alfredo Zaiat en "Economía a contramano".
Otro de los apellidos incluidos en estas reuniones secretas es el que representa al mayor grupo industrial de Argentina. Los Rocca, dueños de Techint, materializan su presencia a través del sobrino de Paolo Rocca, el joven Ludovico. “Vico”, como se lo conoce, controla una parte esencial de la empresa familiar que incluye la rama constructora y contratista de Techint, que además se está diversificando en petróleo y comunicaciones. Techint es la empresa número uno a nivel mundial en proveer tubos de acero a otras empresas como Exxon, Chevron o Shell. En los años 90, aprovecharon la ola de privatizaciones para apoderarse de la empresa estatal Somisa, referente de la siderúrgica nacional. El grupo Techint supo adaptarse perfectamente a cada gobierno, recibiendo apoyo de personajes como Martínez de Hoz en dictadura o Domingo Cavallo en democracia.
Debates
Debatir el panorama económico a futuro de la nación, incluye ciertas políticas alineadas al discurso político neoliberal de menos intervención estatal y ciertas “facilidades” empresariales. La reunión secreta de GAM podría asimilarse inmediatamente con distintas reuniones similares que se dan alrededor del mundo entre empresarios, ya sean organizadas por el magnate Carlos Slim, o las famosas reuniones del Club Bilderberg auspiciadas por los Rockefeller donde convergen políticos, periodistas y empresarios de todo el mundo una vez al año para diagramar planes a futuro.
La convergencia de empresarios en reuniones secretas siempre fue una constante de la historia argentina. En momentos anteriores, también podían participar miembros de la iglesia y militares para “reorganizar” el destino político del país. En 1946, Perón se encontraba en el poder y mantenía un plan económico distinto al que pretendían imponer las elites económicas nacionales. En ese mismo año, se conforma el Ateneo de la Juventud Democrática Argentina (AJDA) que en palabras de Vicente Muleiro fue “el primero de un nuevo tipo de asociaciones que, según la época, actuarán como francos nidos de conspiración o como grupos de presión o de lobby que se extienden hasta la actualidad”.
En AJDA, el primer titular fue José Alfredo Martínez de Hoz, así como se incluía, entre otros, al ya mencionado Carlos Pedro Blaquier. “AJDA derivará en nuevos clubes, ateneos y peñas, todos golpistas, como el Seminario de Historia Argentina, al que concurrirá el futuro ministro de Justicia y abogado defensor de Videla, Alberto Rodríguez Varela”.
En aquellos años, Blaquier expresaba desde AJDA: “La democracia nos ha llevado a la dictadura”, como modo de justificar el Golpe que luego defendería.
Desde esta concepción secreta, las reuniones confidenciales empresariales para “debatir el futuro” se remontan a tiempos oscuros de nuestra historia, donde siempre por debajo de la mesa se pretendió manejar el poder económico y político. Siempre al margen de las molestas opiniones de mayoría de la sociedad.

Eduardo Elsztain, el hombre detrás de IRSA

  • Tiene contactos en las altas esferas del poder y una fortuna incalculable.
Por 
Eduardo Elsztain, el hombre detrás de IRSA
El PRO insistirá una vez aprobar en la Legislatura la ley que rezonifica terrenos ubicados en las adyacencias del Club Ferrocarril Oeste para habilitar la instalación de un shopping ampliamente resistido por los vecinos de la zona. La situación, sin embargo, desvela un nombre íntimamente vinculado al poder: el hombre detrás de la perserverancia macrista se llama Eduardo Elsztain.
Muy reconocido al interior del empresariado porteño y de la comunidad judía local, es el mayor terrateniente urbano y rural del país, y es conocido mayormente por ser dueño de la empresa IRSA, que posee control sobre algunos de los hoteles más importantes del país (Alto Palermo, DOT Baires Shopping, Paseo Alcorta, Patio Bullrich, Patio Olmos, Buenos Aires Design, Llao Llao, Córdoba Shopping, Mendoza Plaza, Alto Avellaneda, y la lista sigue...).
Elsztain también incursionó en otras ramas: participó de la licitación para construir en la Isla Demarchi el Polo Audiovisual anunciado a los cuatro vientos por Cristina Fernández. Además,IRSA tiene como empresa subsidiaria a Cresud, una empresa líder del agro argentino que cuenta sus hectáreas de a millones y solo es equiparable a Bunge y Born, Los Grobo, Benetton y Fortabat en extensión de tierra fértil.
La fortuna del magnate empresarial detrás de IRSA es imposible de contabilizar. Forbes Argentina estimaba su riqueza en torno a los 5 mil millones de dólares en 2011, aunque la cifra es apenas un estimativo. Los activos de su empresa madre, IRSA, ascendían a 9.810 millones de pesos al 30 de junio de 2014, según el balance presentado por la compañía a la Comisión Nacional de Valores (CNV).
Según Diario Z, "él y su familia poseen aquí 16.250.000 metros cuadrados entre edificios, shoppings y terrenos: la misma superficie que los barrios de Belgrano, La Boca y Recoleta juntos. O apenas un poco menos si se suman Caballito, Almagro y Flores. Pero hay más: si se agregan las propiedades que tiene en todo el país, alcanza a los 21 millones de m2".
Eso, en 2010. Cinco años después, quién sabe cuánto más.
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Sus hijos son parte del Grupo Argentina Mejor (GAM), una especie de logia de futuros herederos de millonarias fortunas, en la que también se enrolan los hijos de Blaquier, Eurnekian, Rocca y Bulgheroni, entre otros. Alejandro Elsztain, hijo de Eduardo, es uno de los futuros multimillonarios que no habrán "producido" su riqueza sino que la habrán heredado, una tendencia generalizada según el economista Thomas Piketty, autor del brillante libro El Capital en el Siglo XXI.
Quienes lo conocen a Eduardo Elsztain dicen que brinda ostentosas fiestas para sus empleados en campos del interior bonaerense y que hace buenas migas con la gente de su compañía.
Sin embargo, sus amistades no se limitan a la gente de su firma sino que llegan a lo más alto del poder. No solo es amigo del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri (a quien conoce de su pasado como empresario vinculado a Socma, la empresa de su padre, Franco Macri) sino también de la mismísima Presidenta.
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Cuando en abril de 2013 una lluvia torrencial inundó el barrio Mitre (Saavedra), los vecinos denunciaron que el desagüe del shopping DOT daba a la calle, lo que complicaba aún más al barrio. En aquella ocasión, Cristina Fernández recorrió la zona en persona y cuando se enteró de lo que sucedía con el desagüe del centro comercial de IRSA, les dijo a los vecinos:"Déjenmelo a mí, el dueño es amigo", según relató el presidente de uno de los consorcios del barrio tiempo después. Como diría Quino, lo importante es tener amigos. 

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